miércoles, 24 de octubre de 2007

ATENCIÓN: ¡Arrebatémosle la libertad a la vida!

Camino, estudio, respiro, salgo, me veo con “los otros”, voy a dormir, hablo de lo que me sucede, de mis días, de mis cosas, de mis aspiraciones y de mis miedos, lo hago porque siempre lo he hecho, vivo sin saber de existir, un día trabajaré y me digo ¿por qué?, y ¿por quién?, y un día moriré…
Pero a veces baja la noche, terrible, inmóvil y absoluta, a veces nos paramos a pensar, y cuando “pensamos” tiemblan las piernas del Minerva y se ruborizan las serias máscaras de la sabiduría.
Me hago preguntas, me pregunto cosas sobre el sentido de mi vida y sobre el sentido de lo que hago, de lo que me circunda; me siento inquieto, agitado, siento que hay cosas importantes que tengo que entender, elementos esenciales que tengo que aprender, irremediables, insuprimibles; siento que hay una máscara vacía que desenmascarar y que los cercos y las anestesias mentirosas que han sido dispuestas no me conciernen.
Intuyo que lo que veo no es real, percibo que estoy vivo y que soy mucho más grande de lo que me dicen, más que una matrícula, que un consumidor, que un estudiante, mucho más que un mecanismo de un engranaje en un mundo establecido por otros, y que todo lo que me inducen a hacer tiene poco sentido: ¿en qué dirección van nuestras vidas? ¡Probablemente en una dirección de mierda! ¡En esta vida sin sentido, ruedan hacia la nada! La línea recta, las lecciones, el examen… ok, ok… pero mi cabeza sobre el libro continúa pensando… y mi corazón escribe nuevas páginas, páginas ultrajosas y llenas de preguntas, páginas que unen y no hojas que dividen, que me separan de mi mismo y de quien está a mi alrededor.
A veces baja la noche, improrrogable, cegadora e inmensa, y entonces los cuervos abren las alas y empiezan a cantar: A VECES MERECE LA PENA “VIVIR” Y NO SENCILLAMENTE EXISTIR…
El ejercicio de la no colaboración es nuestro canto, el desengaño es nuestra carcajada, el vacío frente a la violencia psicológica, económica y discriminatoria nuestra profecía. No queremos solo estudiar y no queremos solo enseñar, queremos conocer y queremos transmitir, pero sobre todo queremos crecer y queremos cambiar, transformar la realidad y no padecerla, aprender a describirla e interpretarla en lugar de recitarla. Los Cuervos no quieren jefes, no tienen representantes, no se sienten representantes ni representados por nadie, ya que son una sensibilidad y un estilo de vida… Y ríen de todos los que creen todavía en la autoridad de quien juzga, en la solemnidad de quien declama, en la inteligencia de quien decide, en la imparcialidad de quien explica, en la buena fe de quien habla de “leyes económicas”, en la objetividad de un sistema social y cultural perfectible pero no discutible, en un mundo mercado donde las personas y los pueblos son tratados como objetos, contenedores vacíos, consumidores, productores, donde el derecho a vivir decentemente y a interrogarse sobre el sentido de la misma existencia es convocado en teoría y traicionado en la práctica. En una realidad que se presenta como obvia, deducida, perpetua, irreformable, “natural”, ¿Qué cosa podemos perder? ¡NUESTRAS CADENAS! ¡Nada más que nuestras cadenas! ¡Volemos alto! ¡Soñemos! ¡Tratémonos bien! ¡Respetémonos! ¡Organicémonos! ¡Tramemos! Seamos verdaderos desertores de la infelicidad porque cuando nos reconozcamos, cuando todos nos hayamos encontrado, cuando volemos juntos, experimentaremos la fuerza y entraremos como incubas nocturnas en los estantes vacíos sobre los opacos escritorios de esta pobre gente que cree “controlar”, esta pobre gente que cree “prever”, así corta, así triste, así decadente, así miserable.
Este manifiesto es un acto de alegría, de esperanza y de gratitud que cada rebelde dedica a los suyos, sean ellos profesores, estudiantes o gente de cada lugar, es un homenaje, un regalo, un himno a todos los que osan, que tiemblan, que intentan nuevos pasos hacia nuevas liberaciones, que intentan nuevas palabras; este manifiesto es para todos aquellos gigantes escondidos tras una aparente y calidoscópica fragilidad, que intentan nuevas carcajadas, usan otras expresiones, arriesgan nuevos conceptos, se aventuran en nuevos gestos de cariño, se arriesgan a equivocarse y a fracasar porque quieren superar los límites, el éxtasis, la inercia, el sinsentido y el dolor… y estas maravillosas personas se agitan, ¡y cómo se agitan! Se ruborizan, se comen las uñas, les tiembla la voz, les golpea más fuerte el corazón, les suceden cosas imprevistas, extraños encuentros, insólitas situaciones, ya que están abriendo nuevas ventanas, están ampliando su mundo interior, están desequilibrando las últimas certezas dentro de los “rápidos” de la historia humana. ¡Desquiciemos nuestros pudores, desvistamos los hechos de la imaginación! Porque sabemos que no se puede construir aquello que no se puede imaginar.
Los cuervos son la alegría, la denuncia, la rebelión, la desobediencia, la comunicación, la desinhibición. Los cuervos son las alas que se abren, un pétalo entreabierto, la garantía de la precariedad de los valores de este momento histórico, un alud que arrolla sin herir, una ventaja estratega insustituible, la fragilidad y el tremor de un nuevo desafío.
Los cuervos son la sensualidad y la emancipación de vivir, una caricia inexperta y tranquilizadora, la fuerza de la luz que se hace espacio entre las grietas.
Tené cuidado con el vuelo de los cuervos, tené mucho cuidado con lo que decimos porque dentro de algún tiempo estaremos por todas partes.
¡Corré la voz!